domingo, 30 de marzo de 2014

Capitulo 47

—¿Dónde has estado?
—¿Dónde te parece a ti? —respondió Paula con sarcasmo mientras sacaba las bolsas de la compra del maletero del coche. —No te esperaba todavía —agregó cuando él se las quitó de la mano.—Gracias —aceptó con frialdad mientras él llevaba la media docena de bolsas a la cocina. —¿Quieres un café o algo? —comentó sin mirarlo mientras empezaba a sacar la compra.


Pedro la observó con curiosidad y noto las ojeras en sus ojos y la palidez del rostro. Estaba vestida con una camiseta rosa que marcaba la plenitud de sus pechos y unos vaqueros que resaltaban la esbeltez de sus caderas y piernas, con el rostro sin maquillaje,parecía diez años más joven que los veintiséis que tenía.

Apretó los labios al pensar en lo sucedido veinticuatro horas antes


—Yo haré el café. Luego desearía que habláramos.


Ella se puso rígida.


—Espero que no acerca de anoche.


El asintió.


—Entre otras cosas.


Paula movió la cabeza.


—No hay nada que nos quede decir sobre anoche...
—¡Nos queda todo por decir sobre anoche! —la contradijo furioso, tratando visiblemente de controlarse. No permitiré que pongas aún más barreras entre nosotros Paula, si lo prefieres yo hablaré y tu sólo tienes que escuchar.


Lo miró con suspicacia.


—¿Y si no me gusta lo que tengas que decir? —retó.
—Entonces tendré que respetarlo replicó.


Siguió observándolo en silencio unos segundos antes de asentir bruscamente.


—Bien—aceptó—Pero primero prepara el café ¿de acuerdo?


Lo que debería haber sido una escena doméstica relajada fue todo menos eso, ya que era muy consciente de él en todos los sentidos como para poder relajarse. Después de guardar toda la compra y con dos tazas de café sobre la mesa de la cocina no le quedó más alternativa que sentarse a escucharlo.


—¿Y bien? —Instó.


Pedro puso expresión dolida.


—Comprendo que aún sigues enfadada conmigo, Paula, pero no creo haber hecho nada para merecer tu desdén.

La noche anterior mientras daba vueltas en la cama sin poder dormir ella había llegado a la conclusión de que era tan responsable como él de lo sucedido. Que lo deseaba tanto como él había dado la impresión de desearla.

Suspiró.


—No estoy enfadada Pedro—admitió con pesar—Al menos no contigo.


La estudió.


—¿Estas enfadada contigo misma porque ayer hicimos el amor?
—Ayer tuvimos sexo Pedro..
—Hicimos el amor...
—Llámalo como quieras, pero los dos sabemos lo que realmente fue—los ojos le centellearon.


El respiró hondo para controlarse.


—¿No iba a hablar yo y tú te ibas a dedicar a escuchar?
—No si vas a decir cosas con las que no estoy de acuerdo —espetó...
—Me esforzaré en que no sea así —se burló.
—No puedes garantizarlo.


Pedro se encogió de hombros.


—No siempre es posible saber que te va a enfadar.
—Bueno, mientras no hables de lo que paso ayer ni de cualquier cosa que pasara hace cinco años estarás en terreno seguro.

El hizo una mueca.


—Ah.


Ella abrió mucho los ojos.


—¿Piensas hablarme de lo sucedido hace cinco años?
—Sí esa era mi intención.
—Pero... nunca has querido hablar de ello
—La situación ha cambiado... ¿Paula? —preguntó cuando ella se puso bruscamente de pie y le dio la espalda para mirar por la ventana de la cocina. —Por favor Paula—musitó.


La gentileza en el tono de Pedro era como si le estrujara el corazón. Estando en la isla le había pedido que le contara lo acontecido cinco años atrás, en aquel momento realmente había querido conocer la respuesta. Pero en ese instante se sentía tan vulnerable por el amor que acababa de reconocer que sentía por él, que no sabía si podría soportar que le hablara de sus sentimientos hacia otra mujer.


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